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El realismo y por qué pinto realismo.

  • Foto del escritor: Isidra Guevara
    Isidra Guevara
  • 2 feb
  • 3 Min. de lectura

El realismo no es solo una corriente artística; es una manera de observar el mundo con una mirada transparente, sin embellecerlo ni distorsionarlo. Es el compromiso de representar la vida tal como es, con todas sus luces y sombras, con sus momentos de grandeza y sus instantes de sencillez.


Este movimiento artístico nació en el siglo XIX como una respuesta a la idealización del romanticismo y la rigidez del neoclasicismo. En una época en la que la industrialización transformaba la sociedad y las clases trabajadoras adquirían un papel central, los artistas realistas decidieron alejarse de los temas mitológicos y heroicos para enfocarse en lo cotidiano. Fueron los primeros en dar protagonismo en sus lienzos a campesinos, obreros, artesanos, niños en las calles y mujeres en su vida diaria.




El realismo no embellece la existencia, pero tampoco la dramatiza. Su esencia radica en la fidelidad a la verdad, en la captación de la vida sin artificios. Pintores como Gustave Courbet, Jean-François Millet y Honoré Daumier encontraron en lo común una fuente inagotable de inspiración. Sus obras retrataban la dureza del trabajo en el campo, la lucha de la clase obrera y las emociones profundas de la vida cotidiana. Courbet, por ejemplo, desafió las normas académicas al pintar un entierro rural en lugar de una escena histórica o mitológica, marcando así el nacimiento del realismo moderno.


Este movimiento no solo representó un cambio en el arte, sino también una postura ideológica. Se convirtió en una herramienta para la denuncia social, reflejando las injusticias y desigualdades de la época. La pintura dejó de ser un reflejo idealizado del poder o la nobleza y se transformó en una voz que hablaba de la realidad del pueblo, de sus luchas y de su dignidad.


Mi conexión con el realismo


Desde que comencé a pintar, supe que mi arte tenía que estar conectado con la verdad. El realismo me permite capturar la esencia de los momentos y las emociones humanas sin edulcorarlas. Me interesa la vida tal como es: la luz en una mirada, la fatiga en un rostro, la esperanza en un gesto.





Mi arte busca ser un testimonio visual de lo que muchas veces pasa desapercibido. Pinto lo que veo, pero también lo que siento. Cada pincelada es un acto de observación y reflexión. No se trata solo de reproducir imágenes con precisión, sino de transmitir lo que hay detrás de ellas: la historia, la emoción, la lucha, la resiliencia.


Cuando pinto, me dejo llevar por la vida misma. Me inspiran los momentos fugaces: la risa de un niño en medio de la rutina, la mirada profunda de alguien que ha vivido más de lo que ha dicho, la textura de una piel que ha sentido el paso del tiempo. Me cautiva la manera en que la luz moldea los rostros, en cómo un gesto puede contar una historia sin necesidad de palabras.

Pintar realismo no es solo una elección artística; es un compromiso con lo auténtico. Es una manera de rendir homenaje a la humanidad en su estado más puro, sin máscaras ni artificios. A través del realismo, intento capturar la esencia de las personas y los momentos, mostrando que la verdadera belleza radica en lo genuino, en lo imperfecto, en lo que nos conecta con nuestra esencia más profunda.





Mi arte es un reflejo de mi propia manera de ver el mundo: con atención, con sensibilidad, con un profundo respeto por la verdad. A través de cada obra, busco trascender la imagen y llegar a la emoción. Que quien mire mis pinturas no solo vea un retrato, sino una historia; no solo un rostro, sino una vida; no solo un color, sino una sensación.


Pinto realismo porque me permite contar historias sin palabras, porque me da la oportunidad de capturar la magia de lo cotidiano y porque creo en el poder del arte para hacernos ver lo que, en la prisa del día a día, solemos olvidar: la belleza de lo real.

 
 
 

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